Cuando era un jovenzuelo, me las daba de intelectual y elaboré
algunas teorías filosóficas bastante divertidas. Una de ellas
describía que el ser humano era un “sistema cinético” que,
como todos, tendía hacia el equilibrio. Y el mencionado equilibrio
se manifestaba en la inmovilidad, en el gasto mínimo de energía
para un rendimiento óptimo: la supervivencia.
Y el trabajo mental, no por ser invisible dejaba de ser un trabajo
y un gasto tremendo de energía. Por ello y por efecto de la observación
anterior, tendía a ser aún más invisible, por no decir
inexistente. A la gente no le gusta pensar. Y cuando lo hace, prefiere
que las ideas estén previamente mascadas, digeridas, expurgadas,
limpias, simples y correctas. Si el pensamiento tiene esas características
tiene que ser bueno. Más si ha recibido la bendición de los
papas de la teleporqueria.
Por ejemplo, si alguna de estas comadres pijas catódicas dice
que la cerveza es una bebida de hombres, se quedan a gusto y nadie lo discute.
O si algún presentador encorbatado, engominado y encorsetado afirmase
que la cerveza engorda, nadie le llevaría la contraria. No digo
que lo hayan dicho, pero ellos son los pontífices del pensamiento
ordinario. Son los heraldos de las ideas que están en el aire, que
se respiran y que, por ello mismo, son políticamente correctas.
No piense, nosotros lo hacemos por usted! (...por un precio que le haremos
considerar módico, no se preocupe...)
La gente tendría que acostumbrarse a pensar por si misma y
a no aceptar ideas sin contrastarlas. Concretamente, no encuentro ningún
argumento serio que me pueda convencer de la virilidad exclusiva del consumo
y degustación de la cerveza. Que yo sepa, no hay diferencia fisiológica
alguna en los sentidos del gusto y del olfato entre hombres y mujeres.
Las diferencias son culturales. Hay inclinaciones, preferencias gustativas,
que no tienen nada que ver con la capacidad de distinguir y/o apreciar.
En la práctica, la mayoría de las mujeres asume un
papel secundario en el consumo de la cerveza. Mientras los “hombres” beben
cerveza, ellas se toman un refresco carbonatado o directamente un combinado
fuertemente alcoholizado, o cerveza rebajada con limonada, la “clara”.
Todo menos cerveza, como si la huyeran! No hace femenino tomar cerveza.
Como tampoco lo es fumar puros o con pipa. Han visto ustedes muchas mujeres
fumar con pipa? En cambio, puedes ser una “mujer” fumando pitillos finos
y tomarte un cubata. Serás “mujer” aunque seas basta y ordinaria,
mientras no bebas cerveza.
En una encuesta hecha en Alemania (FESSEL GfK), la mayoría
de las mujeres alimentaban cierta repulsa hacia la cerveza considerándola
especialmente masculina.
El principal motivo alegado era el argumento dietético: la
cerveza engorda. Otra vez con la misma historia! Otra vez el pensamiento
correcto, la idea prefabricada, el argumento sin contrastar. No señora.
La cerveza, la Lager que usted se toma en una terraza, no engorda mas que
el zumo de naranja. Por una misma cantidad, la cerveza Lager i Pils o Premium
aporta la misma energía que un zumo natural de naranja. Ni más
ni menos. Cuando usted se hace la fina y se bebe una copa de cava, se toma
casi el doble de calorías que con la misma cantidad de cerveza.
Que lo sepa! Y no hablo del cubata que es auténticamente explosivo
en este sentido!
Según la encuesta citada, parece ser que las mujeres no integran
la imagen de la cerveza. Y en esto tenemos que darles la razón,
al menos en parte.
Hay que reconocer que existe un consumo masculino de cerveza muy
poco elegante y nada decoroso. El botellón o la litrona son elementos
de un comportamiento festivo basto, vulgar, ordinario y, normalmente contraproducente:
suele acabar mal. El colocón por él mismo, sin control, sin
sentido y sin barreras induce a conductas incívicas que, en mi local,
acaban con la expulsión. Y tengo que decir que hasta ahora, solo
he tenido que expulsar a hombres. Pero, contrariamente a la idea imperante,
no suelen ser bebedores de cerveza...
Las mujeres no son mejores, ni peores. El discurso sexista es una
tontería. Solo son diferentes en algunos aspectos culturales (y
por supuesto biológicos). En general suelen ser mas críticas
ante el consumo de alcohol, especialmente si éste es excesivo. Pero
la cerveza no es la única bebida alcohólica a disposición.
Y las señoras que se atreven a pasar la barrera de la bebida refrescante
suelen pasar, con cierta despreocupación dietética o de imagen,
al combinado de whisky o de vodka.
Desde mi lado de la barra, he podido observar una diferencia de gustos.
Las mujeres no suelen disfrutar mucho con cervezas especialmente amargas.
Suelen tener especial aceptación las Witbier. También son
apreciadas las Ale fuertes belgas, especialmente las doradas. Las Gueuze
y Lambic con fruta y poco ácidas también gozan de cierta
popularidad entre la clientela femenina. Pero seria injusto si dijera que
son las únicas, y de hecho, vendo de todo aunque la tendencia sea
la que he apuntado.
Estadísticamente, en Alemania, el 87% de los hombres son consumidores
regulares de cerveza mientras que el 50% de las mujeres son consumidoras
solo ocasionales de este brebaje. Las mujeres suelen preferir los recipientes
elegantes y su gusto se decanta hacia las cervezas “especiales”. Normalmente
ellas son las que se quejan de una presentación defectuosa. De forma
general, las mujeres alemanas prefieren degustar mientras que los hombres
practican un consumo mas cuantitativo y con menos discernimiento. Las mujeres
prefieren cervezas dulzonas (dominante de malta) y con un cuerpo ligero.
Los hombres abogan mas por cervezas amargas, secas y de alta densidad.
La cerveza no es cosa de hombres. La historia nos demuestra que las
mujeres y la cerveza siempre tuvieron muy buena relación. Mientras
fue domestica, la elaboración de la cerveza fue cosa casi exclusivamente
de mujeres. El nombre más antiguo de fabricante de cerveza es el
de una mujer tabernera egipcia de nombre Azag-Bau (3100 a JC).
Los latinos le decimos “cerveza” (Cat. Cervesa; Port. Cerveja) a
esta bebida porque era una emanación de la diosa de las mieses:
Ceres. Ceres + Vis = el poder o la fuerza de Ceres. Y Ceres era la versión
latina de la griega Demeter. Esta fue la que, según la mitología
griega, enseñó a los hombres a cultivar los cereales.
Entre los Celtas y entre los Incas, las mujeres elaboradoras de cerveza
eran consideradas poco menos que sacerdotisas y gozaban de mucha consideración
y privilegios.
En Sumer, según la epopeya de Gilgamesh, Enkidu, un hombre
poco educado y petulante quiere enfrentarse con el Dios. Este le manda
una mujer que le enseñará a ser un hombre de verdad (y no
un gallito de pelea) bebiendo cerveza y comiendo pan. “Come pan, pero si
quieres vivir bebe cerveza”.
Las Walkirias eran doncellas guerreras germánicas. Solían
sobrevolar los campos de batalla y mojaban los guerreros con cerveza para
infundirles coraje y fortificarlos. Una vez muertos en combate, sus copas
siempre quedarían llenas de cerveza en el Walhalla siendo las mismas
Walkirias responsables de este estado de plenitud.
Santa Hildegarda (1098-1179), abadesa del monasterio de Sankt Rupert
en Alemania escribió muchos tratados entre los que figura uno en
el que investiga el valor medicinal de la cerveza y, sobre todo, del lúpulo.
No acabaríamos nunca, pero cabe mencionar que la cerveza también
tiene sus mártires y que fueron mujeres, la nombradas BIERHEXEN,
brujas de la cerveza. Estas mujeres fueron acusadas de echar a perder partidas
de cerveza y fueron quemadas vivas por ello!
En la actualidad, las mujeres profesionales son pocas, pero haberlas,
haylas. Son ejemplos de ello la hermana Doris, en Baviera, que elabora
una Lager de nombre MALLERSDORF, y tambien Lady Catherine Maxwell Stuart,
propietaria nada menos que de la TRAQUAIR HOUSE BREWERY en Escocia. Tampoco
podemos decir que la afición de hacerse la cerveza en casa haya
despertado mucho interés entre las señoras. Pero tal vez
solo sea una cuestión de tiempo.
Acabaremos diciendo como al principio que no hay ningún motivo
para que las mujeres no beban y aprecien la cerveza. El problema solo estriba
en los prejuicios culturales que pueden tener su origen en el mal uso que
hacen algunos hombres de nuestra bebida preferida.
Apa, nois que la força cervesera us acompanyi!
Albert Barrachina Robert 2002
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