En nuestros cursillos de introducción
a la degustación de la cerveza, se entablan muchas veces algunas
tertulias que ponen de manifiesto algunas opiniones aparentemente enfrontadas.
En la mayoría de los casos estas diferencias se deben a condicionantes
muy objetivos que puede ser interesante discutir aquí.
Cuando nos disponemos a degustar una cerveza
(o cualquier otra cosa) hemos de tener en cuenta que vamos a utilizar principalmente
nuestro sentido del olfato. Y es este un sentido bastante olvidado. No
es que no lo usamos. De hecho está demostrado que lo utilizamos
en nuestra vida social, pero de forma inconsciente. No somos conscientes
que olemos los estados de animo de nuestros congéneres, pero lo
hacemos. Ni tampoco somos conscientes que estamos programados para reaccionar
fuertemente ante peligros que se anuncian de forma olfativa como por ejemplo
el fuego. El caso es que estamos dotados para distinguir entre al menos
10.000 olores! Pero esta capacidad no suele aflorar de forma consciente.
Así es como ni tan solo disponemos de
un vocabulario descriptivo propio del sentido del olfato. No disponemos
de ningún verde o rojo o amarillo olfativos. Cuando nos referimos
a alguna experiencia olfativa, tenemos que usar de analogías: esto
huele a esto, me recuerda lo otro, se parece a tal cosa. Y las máquinas
y el vocabulario químico tampoco nos sirven de mucho. La cromatografia
gaseosa, la destilación al vacío, la destilación fraccionada,
la espectrometria infrarroja y otras técnicas con nombres no menos
amenazadores, nos indican la cantidad de tal compuesto químico -incomprensible
para los mortales- , en partes por millón etc. Todo muy profesional
y hermético. De poco no sirven los acetilaldéhidos, los dimetilsulfatos
o los clorofenoles, a menos que nos precisen que se trata de cosas que
se parecen al olor de la manzana verde, al maíz dulce o al plástico.
Por ello ha sido necesario establecer unas bases
de vocabulario de las cosas que podemos encontrar en la cerveza. La lista
mas completa la encontrareis en Ingles en www.bjcp.org y en Catalán
en nuestra página web, cuando esté lista. Tal vez esta lista
sea demasiado completa. Para nosotros, que somos un poco neófitos
y principiantes, una lista con una cuarentena de conceptos básicos
nos bastará. En algún otro artículo presentaremos
sugerencias al respeto.
Otro condicionante importante a la hora de degustar
una cerveza es la composición misma de lo que estamos degustando.
La cerveza puede presentar hasta 800 compuestos diferentes. Es evidente
que no todos son detectables. Pero hay que tener en cuenta que algunos
son mas volátiles que otros. Por lo que se recomienda fervorosamente
que el degustador huela la cerveza tan pronto como haya sido servida. En
aquel momento se produce como una explosión de aromas volátiles
que pueden disolverse en el aire en pocos segundos. Hay que ser rápido,
vaya!
Hay aromas más presentes que otros, de
forma que los primeros pueden tapar los segundos. Cabe pues proceder a
mas de una degustación del mismo crudo, y a veces a temperaturas
diferentes, para hacerse una idea lo mas completa posible una cerveza.
Nosotros, solemos ir hasta los cuatro sorbos. Normalmente, las cervezas
mas complejas no suelen ofrecer novedades mas allá de los cuatro
intentos. Las mas simples ya nos lo dan todo a la primera degustación.
No son ni mejores ni peores: simplemente son menos complejas.
Hay aromas que desaparecen rápidamente
de nuestra experiencia consciente y otras que permanecen un buen tiempo
en boca. Las segundas pueden engañarnos y ocultar las primeras o
ocultar aromas simplemente mas discretos.
Hay aromas que aparecen solo en el retorno (retrogusto);
los hay que desaparecen rápidamente y vuelven a aparecer en el retrogusto.
Esta última categoría suela estar estrechamente relacionada
con la amargura.
La detección de aromas presentan otros
condicionantes que cabe tener en cuenta sobre todo al momento de compartir
nuestras experiencias.
Esta percepción es el resultado de una
interacción entre el producto que queremos degustar i nuestra fisiología.
El producto (en el caso del olfato, gaseoso) volátil tiene que acceder
a nuestro centro olfativo i disolverse sobre los cilios. Para que nosotros
lo podamos notar, tiene que llegar en cantidades mínimas debajo
de las cuales no nos daremos cuenta de nada. Es el UMBRAL DE PERCEPCIÓN.
Cada compuesto químico tiene un umbral.
Por ejemplo, de forma general el dulce presenta
un umbral de percepción mas alto que el ácido. En otras palabras,
por una misma cantidad, detectaremos antes el ácido que el dulce.
Notemos que este umbral puede variar según la temperatura de la
cerveza. Y también hay que insistir sobre nuestra disponibilidad
psicológica que condiciona sobre manera la llegada a la consciencia
de una experiencia originalmente inconsciente.
Otro condicionante es la capacidad de cada uno
de identificar un compuesto. O sea, a partir de cuando, una vez detectada
la cosa, somos capaces de saber que es. A esto se le llama el UMBRAL DE
IDENTIFICACIÓN. Y este umbral es tremedamente subjetivo. Algunas
personas son mas sensibles que otras a tal compuesto. Las hay que no lo
serán nunca: son parcialmente o completamente ANOSMICAS. Como hay
gente daltónica que no puede distinguir entre algunos colores, las
hay que no pueden físicamente detectar ni identificar algunos compuestos
químicos por el gusto o por el olfato.
Por otro lado, existe un fenómeno psicológico
que cabe tener en cuenta: Cuando más nos exponemos a un estímulo
olfativo, menos lo notaremos. Es como si nuestro cerebro dijera: vale,
esta cosa ya la conozco, pasamos a otra. Y entonces ya no le da importancia
y la hace desaparecer de nuestro paisaje consciente a menos que aparezca
alguna variación de cantidad o de lo que sea.
La intensidad de nuestra percepción también
presenta límites. Como hemos visto, hay un límite inferior
de concentración de un compuesto para que nos percatemos de el.
A partir de este momento, si aumenta la concentración, nos vamos
dando cuenta de este aumento hasta un cierto punto. A partir de este punto,
llamado UMBRAL DE SATURACIÓN, ya no detectamos ningún aumento
por lo que este estímulo desaparece rápidamente de nuestra
experiencia consciente como apuntábamos en el párrafo precedente.
Creemos que el conocimiento de nuestro funcionamiento
nos puede ayudar a determinar nuestra propia manera de degustar una cerveza.
No creemos que haya una manera única. No creemos que nadie detenga
la verdad definitiva al respecto. Es importante conocerse a si mismo, conocer
el funcionamiento propio para poder acercarse a una degustación
cada vez mas objetiva, teniendo en cuenta que la objetividad final no existe
ni en los métodos mas científicos. Al final de todo existe
siempre el principio de fe. Pero esto ya es una cuestión mas bien
filosófica.
Albert Barrachina Robert
2001
Albarrob@arenys.vilaweb.com
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