Si visitan a menudo páginas
de Internet sobre cerveza observaran que queda todavía mucho camino
por recorrer para llegar a un trato digno de esta bebida. Muchas veces,
la cerveza se toma como bebida alcohólica barata con el único
fin de aumentar la alcolemia. Estas páginas que citábamos,
muchas veces no proponen otra cosa. Y esto hace mucho daño a nuestra
bebida: se difunde la fama que este brebaje es de borrachos y festejadores
y que, por ello mismo, no es digna. Alguien dijo: ¡vale que se puede
degustar el vino, pero la cerveza no! ¡Y lo dijo en nuestro bar!
¿Porqué no? Pues por ello mismo: la cerveza se utiliza para
los excesos de vulgaridad y ordinariez etílicas y nada más.
Poco importa que sea buena o mala. ¡Como si las otras bebidas alcohólicas
no se usaran para embriagarse!
Pero como decíamos al principio,
sabe mal que los mismos defensores de la bebida de cebada, bebedores y
hasta fabricantes, difundan la imagen de la cerveza salvaje e incívica.
Como bebedor y degustador de cervezas desde hace mas de 20 años,
puedo decir que huyo de cualquier asimilación entre cerveza y alcoholismo.
Que me guste la cerveza no quiere decir que sea un borracho, solo significa
que soy curioso, que me gusta descubrir y probar sensaciones gustativas
e olfativas diversas.
Pero también me gusta subrayar
que la cerveza es eminentemente festiva. Y puede serlo siendo un elemento
serio de degustación.
Cualquier persona está habilitada
para la exploración sensorial de los alimentos. La única
limitación sería que los órganos sensoriales no estuvieran
normalmente desarrollados o que estuviesen aquejados de alguna dolencia.
Pero la aprensión de los diferentes estímulos así
como su expresión verbal son muy variables entre personas y en diversos
momentos para una misma persona. Cabe señalar también que
nuestros sentidos del gusto y del olfato se han atrofiado un poco. En la
vida que hemos desarrollado a lo largo de estos últimos millones
de años, los mismos que han hecho de nosotros los humanos que somos,
los sentidos que hemos estado usando más son los de la vista y del
oído. Sobre todo el primero. De manera que nuestras apreciaciones
olfativas y gustativas son limitadas y el lenguaje que usamos para describirlas
pertenecen a otros sentidos: hablamos de gustos y olores por comparación.
No existe un azul o un rugoso, un claro, un blando o un tibio en olores.
Siempre decimos que sabe a esto a lo otro o que huele a alguna cosa. Siempre
por analogía. Y esto es seguramente porque nuestro olfato es pobre
en comparación con los otros sentidos y no hemos desarrollado un
vocabulario específico para este menester.
Siendo así los sentidos que más
intervienen en una degustación, tenemos que entrenarlos. Solo con
el ejercicio, probando y degustando incansablemente, desarrollaremos
la capacidad de distinguir elementos y matices y solo compartiendo nuestra
experiencia una y otra vez con nuestros congéneres podremos encontrar
un lenguaje idoneo.
Cuando empezamos a conocer el mundo
de la degustación descubrimos unas cosas interesantes: que nuestra
apreciación de los estímulos olfativos y gustativos varia
según el momento del día; que también varia según
el día; varia asimismo según nuestra disponibilidad psicológica
y posiblemente según la cultura culinaria a la que pertenecemos.
Podríamos decir que estos sentidos son los más subjetivos.
Por eso mismo, ninguno de nosotros puede considerarse definitivamente como
un experto en degustación.
Para paliar a esa extrema subjetividad,
se han inventado máquinas que detectan físicamente o químicamente
partículas y moléculas de toda clase y tamaño y que
cuantifican muy seriamente y fidedignamente la presencia de docenas de
compuestos de los alimentos. Esto es gráficamente muy bonito, pero
sensorialmente, a nosotros nos da igual el porcentaje de dimetilsulfato
o de ácido caprílico que pueda contener una cerveza. Leer
estos datos no nos los hace oler. Al final, para determinar si una cerveza
es lo que tendría que ser, solo sirven los degustadores humanos,
con sus defectos. A posteriori se pueden hacer paralelismos: cuando el
Hombre encuentra tal cosa, la máquina dice esto. Cuando la máquina
lo repita, significará lo que dijo el Hombre primero. Bueno, muy
bien: hemos vuelto al inicio: el Hombre. La máquina nos ha ayudado
a sistematizar y a precisar las sensaciones, pero no ha sentido para nosotros.
De la misma forma, no nos hará
apreciar más un cuadro el saber que está hecho con tal pintura,
con tales pigmentos en proporciones de tanto a cuanto. Al fin y al cabo,
un cuadro te gusta o no porque "resuena” en tu mente, porque te provoca
algún sentimiento. Y esto no se puede cuantificar.
Así es como, para saber algo
sobre una cerveza, hay que recorrer a la estadística. Algunos dirían
(traduciendo del Catalán): ¡este sale del fuego para ir a
las brasas! Huimos del cientificismo para caer en otro: ¡la estadística!
Déjenme explicarme. Siendo que la degustación es siempre
subjetiva, cuanto más sujetos estén degustando, más
diluiremos los imponderables y más nos acercaremos a un resultado
objetivo. No puede ser que diez degustadores esten resfriados y de mal
humor el mismo dia, ni que atraviesen, en el momento de la degustación,
el mismo estado de disponibilidad intelectual o de ánimo juguetón...
Y si los degustadores tienen experiencia, son entrenados y saben comunicar,
el resultado será todavía más próximo a la
descripción objetiva.
En Alemania, una degustación
involucra al menos diez degustadores profesionales y se hace en dos tiempos:
cerveza templada (unos 12ºC) y cerveza a temperatura de servicio (entre
7 y 9ºC).
A eso queríamos llegar: la degustación
es eminentemente social hasta o sobre todo cuando queremos ser serios.
Primero haremos una apreciación completa personal, a solas, y luego
compartiremos y nos lo podemos pasar muy bien. Y cabe disentir, y discutir,
y discrepar y reírse y hasta probar otra vez para asegurarse. Y
así llegamos sin darnos cuenta al aspecto social y lúdico
de la cerveza. Y no seremos sectarios: también se puede llegar a
ello con el vino, con el cava o con lo que sea. Simplemente hay que apreciar
y compartir.
Solo hay que guardarse de los excesos.
En esto cada uno se sabe lo suyo. La cerveza contiene relativamente poco
alcohol y permite sesiones de degustación extensas sin que ello
implique comportamientos indecorosos, triviales y vulgares. Beber para
beber es como tantas cosas sin finalidad en esta vida: si ya no sabes porqué
haces una cosa, mejor no la haces... Y si cambias la finalidad de una cosa,
la desnaturas. Mejor te abstienes...
I una altra cerveseta mestre, que tenim
set!
Albert Barrachina Robert
2001
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