Me da mucha gracia cuando digo que me hago la cerveza en casa. La
gente suele maravillarse, extrañarse, asombrarse y yo me siento
como un bicho raro, un poco halagado por tanta admiración tan poco
merecida.
La sociedad en la que vivimos es muy contradictoria. El sentido común
brilla por su ausencia. La gente se deja llevar por modas y lemas sin saber
donde se hacen llevar. Concretamente y para no alejarnos demasiado del
caso que nos ocupa, poca gente imagina que la cerveza se pueda hacer en
casa. Así de bien ha funcionado la propaganda: hay que comprar lo
que se necesita porque para hacer aquello que compras, se necesita una
tecnología de la que tu no dispones. Compra!
Pues que diría la gente si supiera que, a parte de la cerveza,
también me hago el pan, pasteles, el yoghurt, alguna charcutería
y que voy a por el queso!
Algunos inventos han simplificado las tareas humanas y se han convertido
en necesarios. Nadie tiene porque lavar mas la ropa a mano ni cocinar con
leña o con carbón. Está bien que el transporte sea
mecánico y el mismo ordenador tiene ventajas que le hacen indispensable.
Es bueno que podamos trabajar con luz artificial en vez de alumbrarnos
con cirios y es un progreso considerable que podamos adquirir cervezas
embotelladas en recipientes de vidrio manejables en vez de pesados barriles
de roble. Todos esos chismes dependen de la tecnología, de la ingeniería
y solo podemos disponer de ellos si alguien los hace por nosotros. Por
descontado que hay que comprarlos. No podemos hacérnos bombillas
ni motores eléctricos o de explosión en casa. O tal vez sí
podamos, pero es un poco complicado. No son unas habilidades corrientes.
Pero como decíamos, nos han convencido que todo depende del
buen hacer de algunos profesionales y que solo podemos acceder a alimentos
y otros bienes comprándolos. Muchos industriales no deben ver con
simpatia como nos damos cuenta que, en ciertas circunstáncias, podríamos
prescindir de ellos. Todos queremos ganarnos la vida y ellos también,
pobrecillos. No hay pecado en ello. El desajuste mas bien aparece cuando
nos quieren convencer del hecho que solo ellos pueden hacer tal cosa y
que, si queremos esa cosa, necesariamente tenemos que recurrir a ellos
mediante especias contantes y sonantes. El argumento, muchas veces lo aceptamos
sin percatarnos de lo tendencioso que puede llegar a ser:
No puedes hacerte cosas en casa porque no tienes tiempo. Bien.
Y no tienes tiempo porque trabajas. Y trabajas para conseguir dinero.
Y este dinero te permite comprarte las cosas que podrías hacerte
tu mismo tranquilamente en casa si no trabajases! O sea que te muerdes
la cola y no te das cuenta. Vaya, vaya...
Cuando me hago la cerveza en casa, me gusta porque me produzco una
bebida yo mismo. Es como cocinar, o como plantarse uno mismo las coles
y las berenjenas, o como hacerse uno mismo las estanterias de los libros.
Uno saca satisfacción de haber elaborado algo en vez de comprarlo.
Pero además, me siento bien porque, muy modestamente, salgo del
circuito consumista. Me agrada pensar que no juego con las reglas que intentan
imponerme para sonsacarme. Hacerme la cerveza o el queso o los yogures
no es solo una ocupación para mis momentos vacíos y de ocio
(que no tengo tantos). Son unas actividades que resultan de una actitud
con base ideológica. No digo que sea así para todos los que
nos hacemos la cerveza en casa ni tan solo que tenga que serlo. Para mí
lo es, y me gusta así.
Por otro lado, a algunos nos gusta saber como se hacen las cosas.
Nos gusta incidir sobre ellas. Y tambien nos gusta recuperar habilidades
y actitudes perdidas en el torbellino de la modernidad y del consumismo
frenético. Sinceramente, aúnque sepa perfectamente a que
se debe que mi mosto fermente, no dejo de admirarme ante ello y de considerar
el proceso un poco miraculoso.
Degustar la cerveza también puede ser una simple afición.
Y en eso es perfectamente respetable. ¿Pero no os gusta imaginar,
degustando una cerveza poniendo atención en la cosa, que estáis
saliendo de los caminos del consumo vulgar? En alguna forma, estáis
disfrutando primariamente un producto de la tierra que os da placer y satisfacción
inmediata al mismo tiempo que podéis acercaros a la quinta esencia,
al meollo de una cosa simplemente porque estáis prestando atención
a lo que hacéis.
¿Habéis pensado que, tal vez seamos, los que degustamos,
los que nos interesamos, los que usamos la atención, que seamos
decía, un poco alquimistas?
Apa, salut. Bon beure i bon menjar, família!
Albert Barrachina Robert 2002
Albarrob@arenys.vilaweb.com
|