En nuestro ultimo cursillo de degustación habíamos
invitado a dos personas consumadas degustadoras de vinos. De hecho, los
dos estaban interesados en organizar este curso en sus establecimientos.
Quiero decir con esto que estaban muy interesados, y su contribución
fue muy interesante. Pero en algún momento quisieron dar a entender
que el vino podía ser mas interesante especialmente porque hay la
variación de las cosechas y consecuentemente, la variación
de añadas. No cabe duda que esta variación casi no se encuentra
en las cervezas. Hay que reconocerlo. Pero la premisa es incorrecta.
En nuestro estado, la cultura del vino es casi un monopolio. Parece
ser que nada mas sea digno de degustar que el vino. Como si éste
fuera un producto noble y digno mientras que la cerveza seria una bebida
de segundo orden, a penas interesante en los meses mas calorosos del verano.
Curiosamente nadie pone en duda que se taste el café, o bien el
te. Nadie se extraña demasiado cuando aprende que existen degustadores
profesionales de paté, de aceite, de vinagre o de cualquier producto
de la gastronomía. Pero la cerveza no. La cerveza, como las bebidas
refrescantes no, se degusta. Se bebe i ya está. La cerveza parece
ser una bebida de segunda categoría para borrachos.
Como decíamos, la premisa es incorrecta.
El único punto común entre la cerveza y el vino es
que se degusta con los mismos órganos. Pero lo que buscamos en la
cerveza no tiene nada en común con lo que se busca en el vino. Algunas
cosas pueden coincidir, como algunos aromas de fruta, algún punto
de miel o de melaza. Pero nada mas. No cabe comparar la degustación
del vino y la de la cerveza. De hecho, a nadie se le antoja comparar la
degustación del vino con la del café o con la del café.
Nadie duda que no se pueda comparar la degustación del vino y la
del whisky o de los brandys. Por la misma regla de tres, a nadie se le
tendría que ocurrir comparar la degustación del vino y la
de la cerveza. Vale que son dos líquidos. Pero nada mas.
Si en la cerveza no se notan las variaciones de añadas es
principalmente porque el productor no lo quiere. Cuando tiene una receta
que le gusta, no la quiere cambiar y la repite adrede de la manera mas
fiel posible. En el caso que se pudiera cansar de aquella receta o que
esta no tuviera el éxito comercial esperado, suele cambiar de receta.
Y lo dice: he hecho otra cerveza. De esta manera, el cervecero puede introducir
un infinidad de recetas diferentes independientes de las añadas.
El cervecero puede jugar sobre las variedades de maltas que son casi
infinitas. Puede mezclar variedades de malta según su antojo. Puede
modificar los procedimientos de maceración al infinito y tiene a
su disposición una tal variedad de lúpulos que necesitaría
varias vidas dedicadas a la cerveza para dar el abasto. Sin desestimar
el vino, las posibilidades de variación de las recetas de cerveza
son infinitamente mas numerosas.
Pero no se trata de eso. Ningún cervecero, ningún
aficionado a la cerveza quiere ser mas o menos que nadie. El mundo de la
cerveza tiene sus cabezas cuadradas pero suele ser mas humilde o modesto.
No se trata de desbancar el vino. Se trata de un rollo diferente si me
permiten ese modismo. Ni mejor ni peor. Simplemente otra cosa. Como el
paté.
Es cierto que los degustadores de vino nos llevan alguna distancia
en materia de sistematización y profesionalización de la
degustación. Pues bueno. Pues perfecto. Me alegro mucho. También
cabe reconocer que hemos tomado prestado mas de un concepto y mas de una
idea. No faltaría mas. Como decíamos al principio, estamos
usando exactamente los mismos órganos. De manera que no es de extrañar
que los usemos del mismo modo.
Como el vino, la cerveza tiene un aspecto visual que podemos valorar.
Como el vino, la cerveza puede ser “equilibrada”, puede ser “remanente”,
puede ofrecer un “retro-gusto”, puede tener un “cuerpo” mas o menos serrano
etc. Pero si la aproximación se parece, el contenido es completamente
diferente y las sensaciones se asemejan muy poco.
No estoy despreciando el vino. Al contrario, a nadie le amarga un
buen crudo, y a mi menos. Pero cabe situar cada cosa a su sitio y no menospreciar
a nadie que a veces, el adversario mas insignificante es el que te acaba
tumbando. Ningún producto del ingenio humano es mas noble que otro.
Lo que puede serlo mas o menos es la manera de hacerlo: se puedo hacer
con mucha pericia y amor igualmente una cerveza, un vino o un pastel de
carne. Y de hecho, hay vinos buenos y otros malos así como cervezas
fantásticas y otras repugnantes.
De forma general, cuando nos encontramos con algún adepto
del vino con ínfulas de superioridad, no solemos darle importancia:
con su pan se lo coma. El se lo pierde. Yo voy a lo mío que no hay
nada como una buena Old Ale o como una Kölsch. Por decir algo. O como
un buen Valdepeñas. No tengo manías.
Albert Barrachina Robert
2001
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